"Al día siguiente no murió nadie". Así comienza su narración José Saramago y así también termina.
La historia transcurre en un país del que no se menciona su nombre. Allí sucede algo nunca antes visto, la muerte, (con m minúscula y luego lo entederán) deja de trabajar, se paraliza, lo que desencadena una serie de sucesos que, en principio son de clamor nacional y luego de una profunda tristeza que embarga a toda la ciudadanía.
Hasta NO morir tiene sus defectos. La muerte es necesaria para la vida. Estas son las dos ideas principales que engloba esta historia, con las particularidades de este increíble autor, merecedor en una ocasión anterior del Premio Nóbel de Literatura (1998).
Entre las características que prescriben a Saramago está, la habilidad para no establecer un personaje único en la historia, (y sin nombres cada uno de ellos) y bloques grandes que convierte en parrafos, donde la diferenciación entre el relato y los diálogos se hace díficil por momentos.
Indudablemente, no alcanza el nivel de "Ensayo sobre la Ceguera", que parte de una idea parecida, (todos en un país se vuelven ciegos) en primer lugar porque la narración es reiterativa por momentos y se hace tediosa la lectura, en segundo, porque no es un libro, sino dos, uno sobre las consecuencias de la inmortalidad y el otro sobre el amor entre un vivo y la muerte como sujeto.
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